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![]() AYUDANDO A LOS HIJOS DE PADRES DIVORCIADOS Por Martha Goudey-Price Hace diez años mi esposo y yo terminamos con nuestro matrimonio. Nuestro hijo pequeño, Jared, sufrió durante nuestras amargas discusiones y nuestra incapacidad para evitar el desastre que estaba delante de nosotros. Ninguno de nosotros tenía al Señor para que nos ayudara, y dos consejeros no cristianos nos recomendaron la separación debido a “diferencias irreconciliables”. Jared se convirtió en la víctima inocente. Un año después de nuestro divorcio, mi ex esposo se mudó a Llevé a mi hijo a un consejero. Durante la sesión de asesoramiento, él puso todas las figuras de la caja de arena boca abajo en la arena mientras que el consejero le instaba a hablar acerca del divorcio. Hizo un dibujo de nuestra familia con su padre y yo en un lado, nuestras mascotas en el centro, y él a un extremo de la hoja. Estaba vestido de negro y tenía una mirada confusa en el rostro. Cuando el consejero trató de hablarle, Jared colgó la cabeza por debajo del borde del sofá y empezó a reírse. Un niñito herido estaba clamando pidiendo ayuda. Tenemos una gran labor como padres, pero como padres divorciados, nuestra labor se hace aún más grande. La sanidad de Jared tomaría mucho tiempo. En su libro Helping Children Cope With Separation and Loss (Ayudando a los niños a que lidien con la separación y la pérdida) (Harvard Common Press), Claudia Jewett dice que sanarse de una gran pérdida toma un mínimo de dos años, pero por lo general, entre tres y cinco. El tiempo que le tomaría sanarse a Jared dependería en gran parte de mi propia curación y de mi disposición de dejar ir la ira. Veo que la sanidad de mi hijo progresa cada día, y yo he aprendido mucho en el proceso de cómo un padre y una madre divorciados pueden ayudar a sus hijos: La oración Escuchar Un padre o una madre puede tomar a un niño pequeño y abrazarlo. Con un niño más grande, podemos alentar la conversación escuchando, dando validez, afirmando, y dándole nuestra opinión de lo que hemos hablado. Debemos guardarnos de interrumpir, de poner palabras en su boca, o de querer sacarlos de su dolor. El impedimento más grande que nos estorba para escuchar con atención es nuestro temor al dolor de nuestros hijos. Nos puede hacer incapaces de escuchar lo que están diciendo. Mire a su hijo a los ojos. Tóquelo. Hágale saber que en verdad está escuchando. Cuando Jared dice que extraña a su padre, sé que es el momento de escuchar. A menudo me siento amenazada de que él extrañe a su papá. Sin embargo, a través de la práctica, he aprendido a silenciar esas voces internas y a escuchar al dolor que mi hijo expresa. Le digo: “Estoy segura de que lo extrañas. Lo lamento”. Lágrimas silenciosas caen de los ojos de un niñito que se está haciendo hombre, todavía lleno de dolor por un divorcio que desgarró a sus padres. Estas lágrimas dicen: “No puedo hacer nada. Extraño a mi papá. ¿Por qué no puedes arreglar eso?” Y escucho y acaricio su cabeza de joven de 14 años, así como acaricié su cabeza de adolescente de 12 años, y su cabeza de niño 7 años, y su cabeza de niñito 4 años. Y digo: “Lo lamento”. Límites Al tratar con mi dolor, pude ayudarlo a él con su dolor. Le di límites claros que lo ayudaron a controlar sus emociones. Cuando Jared creció, un consejero me ayudó a despojarme de mi ira y a ayudar a mi hijo a hacer lo mismo. Tanto mi hijo como yo aprendimos que la ira nos mantenía esclavos y creaba amargura. Al ir aprendiendo más, se crearon límites más fuertes. Verdad Los niños hicieron marcos de cartón y lentes de plástico rosa. Los líderes hablaron con los niños acerca de “ver la vida a través de lentes color rosa”, especialmente, de su deseo de ver a sus dos padres juntos de nuevo. De hecho, éstos no se iban a reconciliar, pero los líderes ayudaron a los niños a aceptarlo. Jared lo hizo. El dolor no se fue, pero se sintió libre de tener falsas expectativas y sueños destrozados. Los padres aprendieron cómo reforzar el mensaje que se les estaba enseñando a sus hijos. Cada sesión abría la puerta hacia otra verdad, comprensión y sanidad. Arrepentimiento Esto demandó valor, pero Jared me respetó por hacerlo. Luego de haber pedido perdón por las cosas grandes y reconocer: “Sí te hice eso”, se me hizo más fácil pedir perdón por las cosas cotidianas como la ira fuera de lugar, una observación insensible, o la impaciencia con su comportamiento. Como resultado de ello, se le ha hecho más fácil a Jared pedir perdón por sus propios puntos débiles. Él está creciendo y convirtiéndose en un adulto que es capaz de reconocer su propia necesidad, y buscar sanidad y perdón en su vida, a pesar de todo por lo que ha pasado. El divorcio jamás es una vía por la que se disfruta viajar. Pero con perseverancia, es posible ayudar a guiar a nuestros hijos e hijas a través de esos tiempos difíciles. Jared y yo lo estamos haciendo, y usted también lo podrá hacer. Copyright © 1997 Martha Goudey-Price. Todos los derechos reservados. Se ha obtenido Copyright internacional. |
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