INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA DE CELULAS EMBRIONARIAS

doctor James Dobson

He estado oyendo hablar mucho sobre los experimentos con fetos, y algunos de los descubrimientos médicos que se podrían producir como consecuencia de estas investigaciones. ¿Le parece ético “cosechar” tejidos de fetos, si esto significa que vamos a encontrar una solución médica a una serie de enfermedades debilitantes?

No hay descubrimiento médico hipotético alguno que justifique el horrible procedimiento por medio del cual se “cosechan” órganos procedentes de un diminuto ser humano. Si la mayoría de nosotros tuviéramos que presenciar la espantosa tarea de descuartizar el cuerpo de un bebé, nos sentiríamos enfermos e indignados. A riesgo de incomodar a mis lectores, voy a describir ese procedimiento. Se lo advierto: lo que voy a escribir va a ser perturbador.

En primer lugar, es importante recordar que un niño que nazca vivo representa un importante problema para el que produce el aborto. Es la “complicación” máxima, porque la ley manda que se hagan todos los esfuerzos posibles por mantener vivo a un recién nacido que esté respirando. Ésa es la razón por la que el médico le suele aplastar la cabeza al feto mientras se halla aún dentro del útero. No obstante, el bebé que nace muerto tiene menos valor para los investigadores, porque los tejidos del cerebro y de otros órganos se deterioran con rapidez una vez que se los priva de oxígeno. Así que el que hace el aborto debe utilizar algún medio para extraer las partes del cuerpo y la materia cerebral de un bebé vivo que aún no haya sido expulsado del canal vaginal.

Este método recibe el nombre de “dilatación y extracción”, o “aborto de nacimiento parcial”. Es grotesco más allá de toda imaginación. Se realiza en bebés plenamente viables, que pesan hasta tres kilos o tres kilos y medio. Se dilata el cuello del útero durante un período de dos días. Entonces, se usan un aparato de ultrasonidos y unos fórceps para entrar y atrapar los pies del bebé. Se tira del cuerpecito hasta llevarlo al canal vaginal, de manera que sólo quede la cabeza en el cuello del útero. Después, el que realiza el aborto agarra la nuca y apuñala la parte posterior del cráneo con unas tijeras sin punta. Entonces, se inserta un objeto llamado cánula en la herida, y se succiona la materia cerebral. Si se desea tener los riñones, u otros órganos, se le quitan al bebé mientras una parte de su cuerpo sigue estando en la vagina. Al menos al principio, estos procedimientos quirúrgicos son realizados en un bebé vivo que no ha sido específicamente anestesiado. Entonces se saca el cuerpo desmembrado y sin vida, al que le quedan unos pocos centímetros para salir.

Si se sometiera a los gatos o los perros a un tratamiento tan cruel, en todo el mundo se oirían las protestas de los que defienden los derechos de los animales, y yo sería uno de los que más fuertemente nos haríamos oír.

Sin embargo, en esta ocasión no estamos tratando con animales, sino con seres humanos, que tienen un valor incalculablemente mayor, y que han sido creados a imagen del Creador. El que alguien tenga aprecio por la santidad de la vida, y pueda jugar a ser Dios con el destino de esos pequeños, es algo imposible de comprender. Sin duda alguna, estos niños constituyen el segmento más indefenso y en desventaja de nuestra cultura actual. ¿Cuál es la excusa para tanta maldad? La remota posibilidad de algún descubrimiento médico distante, o más comúnmente, la conveniencia del médico que hace los abortos de embarazos avanzados. Yo me opondré a algo así mientras me quede vida en el cuerpo.